21 de enero de 2012

Descuadres domésticos

¡Eres un cero a la izquierda! - me dijo, mientras yo la veía cada vez con más ceros a la derecha. Esto me lo soltó sin pelos ni señales, y, por cierto, sin comas, lo cual, desde un punto de vista semántico- matemático, quería decir que yo era el cero total, sin decimal alguno que me diera un poco más de categoría. Tras lo cual, puso un punto y aparte y me dejó como el huevo de colón... de pie, inmovil, inoperante... roto por abajo, y por el centro y por dentro. Salió de mi habitación con más ceros a la derecha que con los que había entrado, probablemente los que yo ya no poseía. Decidí, entonces, dar un paso desafiando al álgebra con toda la ciencia exacta de la que fui capaz y me planté ante ella. Tenemos un problema - le dije, confiando en que ella encontrase la fórmula inmediata de resoverlo. El resultado de la ecuación me rebajó un punto más y perdí toda mi redondez. Ahora soy un número negativo que lucha por encontrar de nuevo la geometría perfecta con su par. Y, aunque a veces la física cuántica nos situe en planos distintos de referencia, que no de indiferencia, ella es mi binomio perfecto.

1 comentario:

  1. Hay restas que suman como la ecuación menos dividida. Y a mí, este post me recuerda mucho a las fórmulas (sin formulismos) que nos inventamos cotidianamente para dar el mejor resultado a una maravillosa vida diméstica. ¡Chapó!

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